El sábado 29 de mayo se realizó una charla con la participación Roberto Pianelli (dirigente del Subte), Rubén Schofrin (dirigente de Perfil y del Partido Obrero) y Basteiro (Proyecto Sur). Se discutió la sitaución del movimiento obrero, el rol del gobierno y la burocracia sindical.
Pianelli desarrolló el punto de vista según el cual los trabajadores argentinos "estamos mejor" que en 2001, dado que ahora discutimos salarios mientras en 2001 "se revolvía la olla" (en referencia al movimiento piquetero). En la misma linea, defendió la política del gobierno frente a la crisis mundial destacando que mientras en Europa se ajusta, en la Argentina el gobierno puso en marcha los Repro para defender el empleo. Repite, en ambos casos, el guión del gobierno nacional.
Pero, como señaló en la misma charla Rubén Shofrin, es falso que la crisis internacional no afecte a la Argentina: los 400.000 despidos de 2009 lo prueban. Las medidas de "rescate" del gobierno están en bancarrota, como lo muestra el vaciamiento de Massuh luego de su "nacionalización" por Moreno. La muestra más cabal del peso de la crisis mundial, de todas maneras, es la inflación, que es el producto de la política kirchnerista de rescate a los capitalistas (por ejemplo, con subsidios) y del ajuste de tarifas. Los aumentos salariales no son el resultado de un proceso de desarrollo o expansión económica, sino de la reacción de los trabajadores frente a la destrucción absoluta y relativa del salario. Plantear que "mientras en Europa se discute el ajuste, en Argentina se aumentan los salarios", es una canallada, porque en nuestro país se ajusta por inflación a los salarios (especialmente a los 3,5 millones de trabajdores en negro, que no reciben aumentos ni discuten paritarias) y a las jubilaciones (5,5 millones de jubilados viven con 895 pesos) es brutal.
Pianelli señala, correctamente, que ha avanzado en estos años la organización de nuevos sindicatos y comisiones internas. Sin embargo, el gobierno ha sido un enemigo jurado de este proceso, como lo marca la experiencia del nuevo sindicato del subte, que no ha conseguido aún ni siquiera la simple inscripción gremial.
El punto más bajo de la exposición de Pianelli, sin embargo, es el ataque frontal a la huelga del Casino y a la juventud obrera. Pianelli considera que la huelga del Casino fue derrotada producto de los "errores ultraizquierdistas" de su cuerpo de delegados (una vanguardia "sin experiencia"). Pero, acto seguido, ¡reivindica el rol del moyanismo "organizando comisiones internas (?)"! Para derrotar a la heroica lucha del Casino hizo falta el esfuerzo conjunto de la burocracia sindical de varios gremios, la CGT y el gobierno nacional. Pianelli reivindica a los que reventaron la huelga mientras ataca al cuerpo de delegados del Casino por sus "errores".
El error del cuerpo de delegados habría sido no "buscar una alianza social más amplia". Pero los trabajadores del Casino reclamaron la solidaridad y el apoyo para su huelga del conjunto de las organizaciones sindicales y políticas. Lo que no hicieron (y que Pianelli les reclama) fue rifar su organización de lucha al mejor postor o colocarla bajo el alero de las patronales y la burocracia.
Con ese balance, Pianelli se coloca en el campo del gobierno y la patronal.
Pianelli llega a estas posiciones bajo el camino sinuoso de colocarse "bajo el paraguas" de la CTA y del yaskismo, que va a una alianza con Moyano.
Los triunfos centrales del cuerpo de delegados del subte se consiguieron con el método del Casino: las 6 horas se obtuvieron con la huelga general. Los trabajadores del subte dieron una lucha histórica por la democracia sindical contra la UTA, parte de la CGT moyanista. La CGT se alineó en todo momento contra la lucha del subte. La expulsión de la burocracia de la UTA (que se arroga, con la complicidad del Ministerio de Trabajo, la posibilidad de firmar paritarias en nombre de los trabajadores) sigue siendo uno de los grandes objetivos de los trabajadores del subte. La reivindicación de la CGT plantea una subordinación del nuevo sindicato del subte a la burocracia sindical por la vía de Yasky. Pianelli vuelve a la trinchera que pretendió "cavar" en su momento aceptando una secretaría a la directiva de la UTA, posición rechazada por Charly Pérez y la agrupación ATM. Es un camino de derrota para el movimiento obrero, como lo muestra principalmente el gremio telefónico "copado" por la alianza entre la CGT y la CTA (la desvalorización del salario telefónico es la más importante del movimiento obrero argentino en los últimos años). Pérfidamente, quienes defienden este punto de vista lo hacen en nombre de defender los "pequeños triunfos" en lugar de las grandes derrotas.
Este intento de colocar a la vanguardia obrera bajo el alero del moyanismo se produce en el momento en que el quiebre de la burocracia y la defensa de las conquistas obreras frente a la bancarrota capitalista colocan en el orden del día la oportunidad de luchar por una nueva dirección. Pianelli se sube a un barco que se hunde. Por esto, va a contramano y es especialmente reaccionaria. En un nuevo aniversario del Cordobazo, el desarrollo y la organización del movimiento obrero dependen de su capacidad de levantar un programa propio de independencia política.
Juan García
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